martes, 19 de junio de 2012

ALGO AZUL, ALGO NUEVO, ALGO PRESTADO, ALGO VIEJO….

Hace algún tiempo, una tarde cualquiera de un día cualquiera, alguien nos habló de Triatlón. Poco después nos lo presentaron y nunca pensamos que nuestra relación con él fuera a llegar muy lejos. Un affaire más que un noviazgo, unas cuantas tardes de viernes entrenando, unas risas, unas cenas y todo quedaría en un bonito recuerdo. Pero poco a poco las facetas de Triatlón nos fueron cautivando. No sabríamos decir qué es lo que más nos atraía: nadar, correr, montar en bici o simplemente fue la combinación de las tres, las que le hicieron irresistible. 
Viernes a viernes nos fuimos conociendo: unos cuantos metros en la piscina acabaron convirtiéndose en kilómetros; un par de kilómetros de carrera alrededor de un parque acabaron siendo varios kilómetros entre varios parques; y la hora en bici, con cargas bajitas para no cansarnos, llegaron a ser un reto de cargas para ver hasta donde llegaba esto.
A estas alturas, todos sospechaban que había algo entre nosotros. Nos veíamos cada viernes y entre semana buscábamos algún hueco para nadar, correr o dar un paseo en bici. Nos apetecía pasar más tiempo juntos: participamos en carreras; test en natación y aunque de vez en cuando teníamos alguna caída con la bici, nunca sufrimos una crisis que una buena cena no pudiera remediar.
Y en una de esas cenas, entre cervezas y bromas, llegó la proposición: "¿participamos en un triatlón?" Y sin pensar: "Si, queremos".
Isma y María, testigos de ese momento, serían los padrinos. Se fijó la fecha y el lugar: 26 de mayo 2012, Casa de Campo, Madrid.
Los amigos reciben la noticia con alborozo: “¡es el Triatlón perfecto para vosotras!”; algunos familiares, algo ajenos a nuestra relación, preocupados: “¿Triatlón Super Sprint…quién es ese?”.
Tres meses para prepararnos: entrenamientos, el traje, el recorrido, los invitados, fotógrafos, la comida….y por primera vez las dudas: “¿y si no estamos preparadas para esto?”.
Se acerca el día. Una semana antes, Isma y María nos muestran el recorrido y nos aconsejan: en esta zona del lago instalarán el pantalán de salida; quitarán los patos, a lo mejor limpian un poco. El recorrido se marcará con boyas que se rodean dejándolas a la izquierda. Lanchas de bomberos estarán al quite por si nos arrepentimos. Una alfombra azul nos llevará desde el lago al campo de fútbol donde previamente hemos colocado las bicis. Repasamos el orden en que debemos ponernos toda la indumentaria necesaria: calcetines, zapatillas, dorsal y casco. Recorremos los kilómetros de bici: esta cuesta con este plato y este piñón, esta bajada a tope, sin miedo. Y finalmente a darlo todo en la carrera.
La tarde antes supervisamos el lugar y recogemos los dorsales. Todo está montado: el pantalán, las boyas, no hay patos, las barras para las bicis, las cajas, el recorrido marcado.
Por la noche, cada uno en su casa, nos preparamos. Todas llevamos algo prestado: bien sean los trisuits, los cascos, la bici, hasta los portadorsales que nos los prestan nuestros Ironmans; algo nuevo: los gorros; algo viejo: las zapatillas, las gafas de nadar; algo azul: eso, es un secreto.
El flamante metro de Madrid nos lleva hasta la Casa de Campo. Allí nos reciben nuestros invitados especiales que nos acompañarán en este día: Elena, Jesús, Paco, Rafa, Rober y Sergio. Empezamos a recibir ánimos de los que no nos pueden acompañar: Aitor, Ángel, Luci y Nacho.
No hay mucho tiempo. María e Isma, como perfectos padrinos, no se separan de nosotras: nos ayudan a colocar las pegatinas con el número de dorsal, supervisan que dejemos los cascos, los calcetines en las zapatillas, la bici bien colocada y salta la primera crisis: hemos olvidado los anillos, es decir, los portadorsales!, ellos lo solucionan.
Es el momento, recorremos con paso titubeante el pasillo hasta la cámara de llamadas y nos colocamos en el pantalán de salida. Todo perfecto, no hay patos, están las boyas, las lanchas y los invitados especiales colocados en primera fila. El oficiante de la ceremonia nos dice: “triatletas estáis en manos del juez de salida”, silencio, e inmediatamente después se oye una bocina. Nuestros cuerpos quedan petrificados pero nuestras mentes maquinan: “aún estamos a tiempo de fugarnos, apenas nos conocemos, por qué han colocado tan lejos las boyas, qué habrán hecho con los patos…” nuestros pensamientos se interrumpen con la voz de María e Isma que nos dicen: “Vamos, al agua”, hay quién, incluso, necesita un leve empujoncito.
El agua no está fría o quizá si, da igual. Esquivamos patadas y codazos buscando nuestro objetivo: las boyas y rodearlas dejándolas a nuestra izquierda. Cuatro brazadas más y salimos del agua. Gritos de ánimo, fotos y a por la bici. Cumplimos el ritual de vestimenta a la perfección y a pedalear. Más gritos de ánimo, más fotos. Y finalmente a correr los dos kilómetros. ¡Ya somos triatletas!.
En meta nos reciben nuestros invitados especiales: besos, felicitaciones. Definitivamente, estamos felices. Ya no hay dudas. Nos gusta este Triatlón y compartiremos nuestra vida con él.
Como todas las grandes ocasiones, lo celebramos con una estupenda comida y empezamos a hacer planes de futuro: “¿el triatlón de la mujer?”
Echamos muchísimo de menos a Lucí, es parte de esta aventura pero otros compromisos le impidieron estar con nosotras pero del siguiente, no te libras!
Muchas gracias, María e Isma, por ser los padrinos perfectos: pacientes y cariñosos. Muchas gracias a nuestros Ironmans, a Elena, Jesús y Sergio por acompañarnos y animarnos todos estos años y sobre todo por estar en primera fila y en cada fase del recorrido en este día especial en que nos convertimos en triatletas.

Cris, MJ, Raquel, Sheila y Vero
Animadoras de Ironmans y Triatletas 

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